La última víctima. Capítulo 2
Al terminar
la fiesta, London propone llevarla a su casa, ella acepta. Parten en su Volvo
C70 gris, carro deportivo de lo más nuevo en la industria. Durante el camino
nadie habló, sólo intercambiaron miradas. Entretanto escucharon la estación de
radio favorita de ella: BBC Radio One. Subieron por la calle Cherry y dieron
vuelta a la izquierda en la calle Lemongrass hasta llegar frente a la casa de
Emily. Enseguida London bajo del carro vacilante, pasaron varios segundos (ya
tenía que actuar, este era el momento correcto, la chica ya estaba bajo su
hechizo) hasta que le abrió la puerta como todo un caballero.
-Espero que esta noche haya sido de tu
agrado.- Le dijo mientras la veía fijamente a sus ojos, su mirada expresaba
miedo y pánico.
-No puede ser qué te estés haciendo débil.-
se dijo a sí mismo.
-Si me la pase muy bien, gracias por tu
compañía. ¿Te encuentras bien?- le respondió Emily.
-¿Porque me lo preguntas?-dijo
nerviosamente, tenía que continuar con el plan pero no encontraba el modo de
hacerlo.
-No sé, te noto un poco diferente, pero
igual y soy yo, creo que se me pasaron las copas- Sacó las llaves de su bolso y
se dirigió a su puerta.
-¡Espera!-
-¿Sí?-
-¿Podrías darme tu número? Por favor.-
-Claro.- Le anotó su número en la palma
de su mano y entró a su casa.
London permaneció frente a la casa unos
cuantos minutos oscilando, pero no logro actuar acorde a su deber. Finalmente se
retiró, aplazando el plan.
Capitulo
2
A
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l
cerrar la puerta tras de ella, casi se desmayó de la emoción. Todo lo que
acababa de suceder pasaba rápidamente por su cabeza una y otra vez, estaba demasiado
contenta. Ya una vez en su cuarto encendió su laptop, y se conectó al internet.
Tenía qué contarles el relato de su pequeña historia de amor a sus amigas,
especialmente a Grace, la cual fue la primera en enterarse. Les contó con
muchos detalles como fue, donde se conocieron, que hicieron, etc., demostrando
en cada instante, el gran afecto que tenia hacia a él. Era tan feliz, qué con sólo
mencionar o escuchar su nombre se le encendía los cachetes de tono rosado, se
le aceleraba el corazón y le brillaban sus ojos como la luz del sol. Esperaba
con tantas ansias que llegara el día de volverlo a ver, ella tenía la certeza
de que algo nuevo había comenzado, algo que podría a llegar a ser algo
duradero.
Comenzó a alistarse para dormir, fue al
baño se lavó los dientes, se puso su pijama de encaje color rosa y se recostó
en la cama. Toda la noche soñó con él. Se imaginaba caminando sola bajo la luz
de la luna sobre un puente de piedra gris, en un parque hermoso con muchísimos
arboles, bancas verdes y asadores, cuando de pronto veía que se le acercaba
London con los brazos extendidos corriendo hacia ella para abrazarla y besarla
para luego tomarla de la mano y caminar juntos bajo la inmensa luna.
Esa misma noche, London se encontraba en
su departamento, indeciso. El plan ya estaba hecho no se podían hacer cambios
ni excepciones o si no tendría que atenerse a las consecuencias, ella era el
blanco, pero al recordar su bello rostro, sentía que no lo podría llevar a cabo,
al menos esta vez no. Había perdido la oportunidad de completar el plan esta
noche, otra cosa que jamás había sucedido, razón por la que se sentía a la vez tranquilo,
realmente no deseaba hacerle daño, pero siempre había podido sobrellevar su
trabajo de manera satisfactoria, por eso Víctor siempre le asignaba los mejores
trabajos. ¿Cómo era posible que ahora sucediera esto?

Víctor Kummel o también conocido como
“Krusher”, era un tipo temible, de aspecto malvado, un terrorista, el jefe
mayor, encargado de asignar las “misiones”. Formaba parte de los Mind Makers, un grupo de crimen organizado
muy reconocido por todo Inglaterra, al que London pertenecía. Éstos sujetos
eran sumamente peligrosos, maestros de la persuasión, iban encubiertos a
fiestas nocturnas para envolver a jóvenes en sus redes y así asesinarlas, pero
sí uno de los “agentes” de Víctor no cumplían o no completaban el trabajo en el
tiempo definido, los mandaba a torturar y después a matarlos de una manera
realmente atroz, sin piedad. Nadie se atrevía a desafíarlo.
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